miércoles, 8 de junio de 2011

NO LLOREIS, CANTAD¡

 







Con la incertidumbre de si aguantaría la noche nos fuimos a casa. No lo pasarían a una habitación hasta que sus constantes vitales fueran más estables. Y eso tardó. Pasó el viernes, pasó el sábado y por fin, el domingo al medio día lo pasaron a planta. Eso nos permitía estar más gente con él. Eso nos volvía a dar esperanzas de que quizá saliera de la operación. Aunque la realidad te hacía poner de nuevo los pies en la tierra y volver a escuchar que si sale de la operación, el cáncer no le daría mucho más tiempo de vida. Así que él nos fue dando las pistas verdaderas de cómo estaba la situación.
El me preguntó si Carlos sabía la que se le venía encima. Claro que si, papa. El Carlos y todos sabemos la que se nos viene encima, ¿y tú?. ¿Tienes miedo de morirte?. Me contestó que no. Y me dijo que no llorásemos, que cantáramos. Papa, tú sabes que en nuestra familia nunca hemos hecho un drama de la muerte. Quitando la muerte de la mama, que el dolor era casi insoportable por las condiciones en las que se marchó, siempre hemos podido recordar y hablar de los que se van con naturalidad, recordando sus mejores anécdotas y riéndonos de las situaciones fáciles y difíciles que hemos vivido con ellos. No te digo que no vamos a llorar, que va a ser sencillo decirte adiós, pero eso es natural, es humano. Lo único que tienes que tener claro es que todos tus hijos y tus hermanos están aquí contigo, que no te vamos a dejar solo y que te vayas tranquilo si es que es tu hora porque aquí no queda ninguna cuenta pendiente, todo lo que tenías que hacer ya lo has hecho y hayas sido o no el mejor padre del mundo, tienes el cariño de todos nosotros. Nosotros no te pedimos cuentas. Vete en paz. Y si nosotros no te pedimos cuentas, Dios no creo que te las pida.
El papa poco a poco fue preparando su partida, quería ponerse a bien con Dios. Aunque nosotros tengamos nuestras propias creencias o estemos más o menos cansados de estar todo el día oyendo hablar de Dios y aunque el papa se haya cagado en lo más barrido en muchas ocasiones, ahora sabía que tenía que poner en orden sus cosas del interior, del alma, del espíritu, quería entrar en la casa del Padre que diría el tío y las tías. Una tarde, después de comer, Nacho llamó desde el hospital, que el papa quería hablar urgentemente con la tía porque tenía una conversación pendiente. Ella solo nos ha dicho que lo que le dijo es que no lloráramos y que cantáramos, pero sabemos que algo mas le dijo. Y puedo imaginármelo porque al día siguiente a mi me dijo que lo único que le daba pena es no poder comulgar porque no podía tragar la ostia. Le dije que había muchas maneras de poder hacerlo y aunque solo fuera un trocitito muy pequeñito, eso valía. Más tarde me mandó llamar al tío para que él le diera la extremaunción, que solo le quedaban dos horas de vida. Asi que llamé a casa para que el tío se preparara. Vale, papa, en quince minutos lo tienes aquí.
Mientras aproveché para intentar saber cómo sabía él que se moría. Sólo quería entender qué se sentía diferente a la otra vez que estuvo a puntito de irse y superó el proceso. Él lo sabía y punto pelota, que suelo decirle a él. Así que no insistí más. Él lo sabía y punto. La cuestión es que los minutos se le estaban haciendo horas y se impacientaba. Tranquilo, además ya te la dieron. “¿Cuándo?”, pues antes de entrar en el quirófano, le respondí. No, esa fue muy rápida. Normal, tenían que operarte urgentemente. No, él quería el sacramento con todo su ritual y quería que fuera su hermano. Pues no te preocupes, que aquí lo tienes. Su respiración ya era muy dificultosa y tenía “gorgoritos” en la garganta. Le pusieron un medicamento para corregirlo antes de intentar aspirarle las flemas que es más desagradable. Sin embargo durante el sacramento él fue serenándose y la respiración se normalizó.


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